En qué momento dejamos de confiar en nosotras? En qué momento dejamos de hacer caso a nuestra intuición? En qué momento dejamos de escucharnos? No lo sabemos. Y así, con este desconocimiento, ignorando cuándo fue que nos perdimos, nos encontramos un día gestando, pariendo y criando a un bebé. Y entonces el instinto, aquel al que no escuchábamos hacía tiempo, y la intuición, que creíamos desaparecida, se alían y gritan con fuerza a la vida. Gritan con fuerza en nuestro interior porque les hagamos caso. Hagamos caso al instinto, a la intuición, que es lo que necesita nuestro bebé… y sentimos dentro una vocecita, una sensación, una hoja de ruta que nos guía pero estamos tan desacostumbradas a hacerles caso, tan desentrenadas en la escucha profunda de nosotras mismas que cuando llega ese comentario de madre, suegra, cuñada, enfermera, pediatra o quien sea que nos dice que les cogemos demasiado en brazos, que nos entregamos «demasiado», que les debemos limitar la leche y el dormir juntitos y abrazados, que les debemos dar papillas aunque el bebé las rechace una y otra vez, que no debemos atenderlos cuando nos reclaman de noche no sea que se acostumbren…. les hacemos caso.