Presencia: Hecho de estar, de encontrarse, presente. Ésta es la definición que he encontrado en varios diccionarios. Entonces, hay que buscar «presente»: que se encuentra en el lugar o a la vista de una persona, de un hecho. A mí esta definición me parece escueta, sobre todo, por lo que quiero explicar hoy en este post realacionat con nuestros hijos.
Quiero hablar de presencia y de estar presente en el sentido de estar atento con todos los sentidos a lo que hace, expresa, o dice nuestro hijo. Porque a veces es posible que pasemos las 24 horas con él/ella, a su lado, pero que, en el fondo, no hayamos estado «presentes» ni siquiera cinco minutos. Que no le hayamos parado «atención», que no hayamos entrado en su mundo interno, de juego, o lo que sea. Que no le hayamos dirigido una atenta mirada de madre/padre amoroso que ESTÁ.
¿Por qué es tan importante la presencia, más allá de compartir el espacio y el tiempo? Pues porque nuestros hijos, todos los niños y niñas del mundo, la necesitan. Cuando son bebés es obvio, pero a medida que van creciendo, también necesitan siempre nuestra mirada, nuestra presencia en lo que hacen, que descubren, aprenden o en lo que les pasa.
Si no estamos presentes, podemos ver llorar a nuestro hijo y equivocarnos en la causa que lo hace entristecer. Si no estamos presentes, no sabemos gestionar los momentos de conflicto que aparecen a menudo con ellos. Pero sobre todo, si no estamos presentes, los obligaremos a ellos a llamarnos la atención una y otra vez para que lo estemos, aunque sea sólo por reñirles. ¿Qué quiero decir?
Pues que un niño necesita presencia y atención, y si la única manera que tiene de conseguirla es tocándonos la moral, pegando, gritando o lo que sea que más nos moleste, lo hará. Porque sólo así obtiene la presencia que tanto anhela.
Nos quieren tanto, nos necesitan tanto, que, a falta de mirada amorosa y cercana, prefieren que los estemos todo el día riñendo y amonestándolos, a que NO estemos.
Que no estemos en cuerpo y alma, que estemos en las nubes, que estemos con nuestras cosas, con la cabeza en el trabajo, o en nuestra relación de pareja, o ¡en lo que sea! Y cuanto más lejos estemos de ellos, de mirarlos, de saber qué les pasa, de atenderlos en lo que tanto necesitan (o sea, la demostración del afecto), más nos van a reclamar. Y si saben que sólo les prestamos atención cuando hacen algo que no está “bien”, no pararán. Y sí, será un pez que se muerde la cola, porque entonces más nos harán enfadar y peor se sentirán ellos porque no tienen tampoco lo que quieren (la mirada amorosa) y eso nos irá desgastando más y más… A nosotros por supuesto, pero también a ellos.
Por eso, pongamos mucha conciencia a saber cómo estamos con nuestros hijos, qué mirada les damos… Si estamos con ellos con toda la presencia que necesitan o si estamos a medias o directamente, no estamos en absoluto. Si estamos y queremos estar en cualquier otro lugar, si nos cansan, si nos molestan… Hagámoslo consciente y miremos atentamente si eso, esta no presencia nuestra, tiene consecuencias. Desgraciadamente, creo que la respuesta será que sí. Por lo tanto… pongámonos manos a la obra y empecemos a cambiar las cosas si no queremos que nuestro hijo se conforme con las caricias negativas, con los NOs repetitivos y agotadores, con las amonestaciones infinitas… Miremos cómo se han establecido los roles y cómo nos relacionamos para ver si es una forma dañina para todos o no.
Estar presentes quizás no siempre es fácil, pero es vital, importantísimo, por la salud emocional y psíquica de nuestros hijos y también, evidentemente, por la nuestra.
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2 respuestas
Caram, Míriam, el teu post m’ha fet sentir tan malament…. M’he vist estenent roba, fent sopar, asseguda davant l’ordinador dient als nens que no podia i m’he vist retratada. Prometo reflexionar-hi. Gràcies!
Hola, Montse!
Oh… em sap greu… no era la intenció, fer sentir culpables les mares i els pares… És obvi que hem de fer moltes coses. Jo també faig el sopar i el dinar, i estenc roba quan estic amb ella, o he de contestar el telèfon, o el que sigui. I li explico i a estones ho entén i d’altres no tant. Però n’hi ha d’altres, d’estones, que estem 100% per ella, amb cos i ànima. Sap que té mirada, que té atenció. I estic segura que l’Adrià i el Pere també en tenen!
Però vaja, sempre està bé reflexionar aquestes coses… per posar-hi consciència i veure si hi ha alguna cosa que podem canviar.
Petons!!!