Es habitual que padres y madres pongan más el foco en lo que su hijo hace mal que en lo que hace bien. Destacar más lo que le falta por aprender, sus errores y defectos que en sus virtudes y aprendizajes alcanzados. A menudo eso es fruto de la búsqueda de la perfección. Esperando que un día lo haga todo bien. Cuando solo te destacan lo que haces mal, sientes que no eres válido. Que nunca serás como quieren que seas. Eso agota y no te empuja a querer mejorar porque sientes que aunque lo intentes, no serás suficiente para ellos. En cambio cuando el foco se pone en lo bueno, en los progresos, avances y virtudes, aumenta la autoestima y las ganas de seguir avanzando. Cuando te tratan bien, ven luz en ti y te valoran los avances, apetece colaborar y mejorar. Cuando te machacan no. Fijémonos dónde ponemos el foco. ¿En la luz o en la oscuridad? Y tomemos consciencia de las consecuencias que ello conlleva. Quizás también somos muy críticos con nosotros mismos porque lo fueron con nosotros. Cambiemos crítica por amabilidad. Y veamos qué tal sienta. Para de juzgarte y es probable que dejes de juzgar también a tu hijo. Que gane siempre el amor.
Un recordatorio para que acompañar esté siempre conectado más al amor que al juicio y a la búsqueda de una perfección que NO existe.
Ojalá resuene.