«Mira, en casa, que cada cual haga lo que quiera con sus hijos». Esta frase, con alguna variante, seguro que la habéis escuchado más de una vez. Yo no sé por qué, pero últimamente me la encuentro a menudo… Quizás es porque tenía que escribir este post y decir que siempre que la oigo diría: «No, todo lo que quieran no». Porque hay líneas rojas que, en mi opinión, nunca deberían cruzarse, y a veces parece que las cuatro paredes de casa, la intimidad del hogar de cada uno, puedan permitir ciertas «concesiones».
Supongo que los que me seguís desde hace tiempo no os sorprenderá en absoluto esto que diré ahora: y es que en mi opinión, la principal línea roja que NUNCA debería cruzarse es pegar los hijos. «Pero ¿un cachete en el culo cuenta?» Sí, cuenta. «Pero ¿y si ha hecho algo terrible y le tenemos que dejar claro que aquello no lo puede hacer?», para mí, esto también entra dentro de la línea roja. «Pero ¿y si me saca constantemente de quicio?» Pues respiras más hondo que nunca, o te apuntas a meditación, o pides ayuda, o te llenas de paciencia tanta como haga falta, pero en mi opinión, nunca, bajo ningún concepto, los adultos deberíamos pegar los niños. Y da igual la edad que tengan, o lo que hayan hecho, o… me da igual. Con eso soy muy clara y muy contundente. Lo soy aunque sea aquello de «se me ha escapado la mano» o «es que no quería, y ahora me siento fatal…».