Míriam Tirado

Blog de Crianza Consciente

Actualidad, consejos, reflexiones... ¡y mucho más!

Empecé el blog en febrero de 2011, en este apartado encontraras más de mil posts sobre crianza consciente, reflexiones, consejos y mucho más para ayudarte a vivir una maternidad y paternidad plena, consciente y feliz. En mi canal de YouTube encontrarás más de 200 vídeos que te ayudaran a poner perspectiva y humor a tu día a día.

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La teta cura

Si habéis amamantado a vuestros hijos, sabéis que la teta cura. La teta cura la añoranza de mamá, la teta cura los golpes en la cabeza cuando aprenden a gatear, la teta lo cura… todo. Cuando nos echan de menos, cuando se hacen daño, cuando se enfadan o cuando tienen algún disgusto, los niños que hacen teta, se curan. Porque el pecho es leche calentita, es calor, es piel, es contacto, es consuelo y además, es analgésico. De todo ello os he hablado en muchos posts que encontraréis en la categoría de «Lactancia».

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Estres postraumático

Busco la definición que más encaja en mi historia y es esta: «se trata de un acontecimiento en la vida del sujeto, una experiencia vívida que aporta, en muy poco tiempo, un aumento tan grande de excitación en la vida psíquica, que fracasa toda posibilidad de elaboración». Esto es lo que me pasaba a mí. Me había estresado tanto todo lo que había pasado esa semana (dormir tan poco, sentir tantas cosas y tener tan poco tiempo para elaborar todo lo sucedido) que una vez en casa llegó el estrés.

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Agradecimientos

El post de hoy es un post distinto de los últimos. Es un post que puedo escribir ahora, 7 meses después de parir a Lua porque ha habido el tiempo y el espacio para dejar reposar todo lo que sucedió. Dejar reposar, tomar conciencia, ordenar, poner en su sitio, entender y positivar. Pero para poder realmente poner toda la experiencia donde toca, necesito escribir esto que escribiré.

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El día del alta

Hacía días que no preguntaba nada sobre cuándo nos darían el alta; me lo habían dejado muy claro, eran 7 días. 7 días significaba que podríamos irnos a casa el viernes. Era jueves por la mañana y la pediatra dio el alta a la última madre con quien más nos habíamos relacionado hasta entonces. Las otras dos con quien había tenido más contacto ya estaban en casa. O sea que en esa sala de neonatos tan llena cuando ingresamos, sólo quedaban dos niñas prematuras, una niña en la UCI y Lua.

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tu no
Consejos y reflexiones
Míriam Tirado

TU NO

Lo que os voy a contar hoy no me hace sentir orgullosa, es más, me da cierta vergüenza contarlo y me gustaría, sinceramente, no haberlo tenido que vivir nunca. Pero las cosas son como son y no, a veces, como una quisiera.
«El día que me hundí» me di cuenta de qué me estaba pasando. En ese momento me molestaba muchísimo la felicidad ajena. La planta de maternidad, con una avalancha de parturientas y bebés por todas partes, me suponía un calvario. Con el calor que hace dentro de los hospitales, cada habitación tenía la puerta bien abierta y desde el pasillo podías ver las madres recién paridas con sus bebés en brazos. Ramos de flores que llegaban, padres radiantes de felicidad, y familias enteras con abuelos, tíos y primos que estaban de celebración. Para ir al baño tenía que pasar por ese pasillo y lo hacía con la cabeza baja porque no soportaba ver ninguna de estas escenas.

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el plan
Maternidad consciente
Míriam Tirado

El plan

Estábamos sentados en la sala de neonatos y Lua mamaba. Sabíamos que esa mañana me darían el alta y le dije: «yo no quiero que dejemos a Lua sola, tampoco de noche. Te parece bien si nos lo vamos turnando tú y yo para estar en cada toma? Nos quedan 4 días. Será duro pero pasarán y luego no nos arrepentiremos nunca de haberla dejado». «Sí, claro, hagámoslo así, te sacas leche y cuando tú duermas estaré yo». Mi marido y yo acabábamos de trazar el mapa que nos guiaría el resto de la semana hasta el alta de Lua. Un mapa gris porque significaba dormir poquísimo y aguantar como fuera, pero para nosotros, un mapa imprescindible. Ya hacía dos noches que era la única madre que me quedaba en neonatos; a mí aún no me habían dado el alta («ventajas» de parir por cesárea) y a las otras ya las habían enviado a casa; muchas vivían lejos del hospital y la logística era terriblemente complicada para pasar allí 24 horas. Más que complicada, casi imposible. Pero nosotros teníamos una suerte: vivimos justo delante del hospital y todo ello, esperaba, sería un poco más fácil.

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El día que me hundí

Serían sobre las seis de la mañana. Yo había estado en neonatos dando el pecho a Lua hasta que la dejé profundamente dormidita en su cama. Volví a mi habitación, justo al lado, a tumbarme y al entrar, mi madre me preguntó si Lua ya dormía. «Esto es una mierda», dije, y diría que me cayeron lágrimas. Ella se levantó para abrazarme pero le dije que no, bruscamente y con la excusa de que quería dormir. Pero no era por eso que no quería que me abrazara, sino porque si lo hacía, tenía la sensación de que no podría seguir siendo fuerte y me derrumbaría. Me tumbé en la cama y me dormí al instante. Al cabo de unos diez minutos empecé con unos temblores brutales. «Tengo mucho frío», le dije a mi madre y me empezó a poner de todo por encima; una manta, una chaqueta,… Duró un rato y no nos asustamos, ni ella ni yo. Sabíamos que era una mezcla de subida de leche y agotamiento profundo.

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En shock: neonatos

«Soy yo. A las 4 de la madrugada han ingresado a Lua. Estoy con ella, por suerte, nos dejan estar siempre. Estamos en neonatos. Dicen que le ha salido la analítica alterada, tenía alto riesgo de hacer una infección, una sepsis le llaman, y por protocolo la han ingresado y le han puesto antibiótico. Nos tendremos que quedar unos día … Ven en cuanto puedas. No he dormido nada y llevo horas sentada en una mierda de silla con Lua encima, te necesito. Ah, por cierto, aquí dentro Laia no puede entrar, a ver cómo se lo explicas…”.

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oscuridad
De 0 a 1 años
Míriam Tirado

De la luz a la oscuridad

Los posts de las próximas semanas seguramente serán los más difíciles de escribir. Supongo que porque todavía duelen, porque a pesar de que haya habido ya un proceso de re-colocación de todo ello, el cuerpo y el alma aún lo recuerdan todo. Y sí, todavía duele. Recuerdo aquella noche, 8 horas después del nacimiento de Lua. Yo intentaba dormir sin éxito. La tenía encima mamando sin parar y yo me sentía feliz. Mi madre se tumbó en aquellas butacas que quieren ser cómodas sin serlo y tampoco podía dormir. La familia con quien compartíamos habitación lo intentaba, pero aquel hombre no paraba de roncar. Roncaba tanto que despertaba a su propio bebé.

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El día que se conocieron

«¿Cuánto hace que has llamado?» Esta soy yo, impaciente, preguntando a mi marido sobre esta noción de tiempo que a mí (todavía bajo el efecto de mil calmantes debido a la cesárea) y a él nos pasaba a velocidades distintas. Estaba impaciente porque ya estábamos en la habitación, yo con Lua piel con piel, y anhelaba que llegara Laia, su hermana.

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