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Hasta el 6 de enero
Intuición

Aquel secreto nuestro

24.4.2012

Tengo la imagen grabada para siempre: yo abrigada, a las ocho de la mañana, esperando en el andén el tren que me llevaría a Barcelona. Me tapaba la cara con la bufanda, pensaba un instante y de repente, sonreía. Nadie lo veía, me parece, pero no sé si la bufanda era capaz de ocultar que yo, entonces, guardaba un secreto, el secreto más precioso de mis 32 años de vida.

No sabía a ciencia cierta que estaba embarazada pero algo me decía que lo que sentía, era porque ya era madre. Ni siquiera había tenido ningún día de falta o sea que era muy pronto, todavía, pero yo notaba algo. Era un gusto en la boca que nunca había notado hasta entonces, como si estuviera chupando constantemente ¡una moneda…! Aquellos días no me cansaba de mirar en Internet: «Síntomas de embarazo: pechos sensibles, mareos, etc» y después de mucho leer sí… encontré lo de aquel extraño sabor en la boca. Pero no era sólo eso. Había otra cosa, no sabría decir qué, que me decía que sí, que lo estaba.

Eran días en que el secreto llenaba todo el trayecto en tren; ocupaba mis sensaciones y mi cerebro; me iluminaba. Cuando bajaba, tenía que cruzar un parque donde a esas horas ya habían abierto las puertas y recuerdo que lo atravesaba respirando más profundamente, y allí sí que sonreía libremente y a gusto, porque sabía que sólo los árboles me miraban y sabían de qué les hablaba. A menudo me sonaba un ruidito en el móvil y recibía un sms que podía decir algo así como: «¿cómo te encuentras…? ¿alguna señal?» y era él, que a kilómetros de distancia sabía el mismo secreto y a quien también se le dibujaba una sonrisa en la cara cuando yo le contestaba diciendo: «tengo ese sabor en la boca. ¡Me parece que sí lo estoy!» Y se nos hacía la jornada eterna hasta que nos volvíamos a encontrar en casa y nos pasábamos largos ratos riendo y hablando ya libremente del secreto que nos había llenado buena parte de los pensamientos aquel día.

Recuerdo la impaciencia, las ganas que pasaran los días con ausencia de regla. Recuerdo las constantes idas al baño para comprobar que en las braguitas no hubiera ninguna mancha, porque aquel dolorcillo casi constante en la parte baja del vientre me hacía dudar y no sabía muy bien si era que estaba a punto de venirme o si era simplemente que el cuerpo ya trabajaba para hacer el nidito a Laia… Recuerdo las ganas de contarlo a todo el mundo pero a la vez, la calma porque ¡ni siquiera había habido ninguna falta! Hasta que cada día que pasaba dibujaba una sonrisa más amplia en mi cara… Yo, que siempre había sido un reloj suizo en cuestión de ciclo, marcaba una cruz en el calendario: llegaba un día tarde, y otro, y otro, y otro. Cuatro días que coincidieron con un viaje suyo y por lo tanto, en que tuvimos que vivir el secreto en la distancia. Aquellos días nos enamoramos todavía un poco más. Nos añoramos y gastamos un dineral en teléfono y mensajes. Sólo queríamos compartir el secreto, hablar de él, y volver a encontrarnos para, finalmente, hacer la esperada prueba. «Te esperaré, por supuesto», le dije… «Ya estoy tranquila porque sé que está aquí», porque cuando el retraso era ya de cuatro días casi no me hacía falta ni una prueba; estaba extremadamente cansada, tenía los pechos sensibles, el gusto aquel en la boca, y algún otro síntoma inequívoco de estar emabrazada.

Recuerdo que me dio vergüenza comprar la prueba de embarazo en la farmacia. Era como hacer público aquel secreto nuestro. Sé perfectamente que no miré la chica a los ojos y que me fui con prisas, con ganas de que olvidaran mi cara para siempre, como si me hubieran visto desnuda sin darme cuenta. Él llegó más temprano de lo que pensaba y fue una alegría aquel intenso reencuentro. Teníamos tantas ganas de vernos… Y abrimos la caja, y sacamos esa cosa donde había que hacer el pipí. Estábamos nerviosos y salimos del baño un rato. No queríamos fijar la vista en aquello por miedo a que no hiciera las rayitas que esperábamos. Sé que intentamos doblar unas sábanas; las sábanas peor dobladas de la historia. Y volvimos corriendo a mirar el resultado: casi no pude ni hablar. «¡Sí!» dijimos prácticamente al unísono… salté a su cuello y nos abrazamos fuerte y mucho rato mientras al suelo caían unas cuantas lágrimas.

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Míriam Tirado

Consultora de crianza consciente y periodista especializada en maternidad, paternidad y crianza. Me dedico a ayudar a madres y padres a conectar con sus hijos/as.

12 respuestas

  1. Yo no tuve ningún síntoma de embarazo. De hecho me hice la prueba cuatro días antes de la falta y ¡positivo! Los días siguientes fueron como tú describes. Una felicidad plena. Mirarnos y soltar una risita floja. No terminar de creerlo.
    Tus palabras, Míriam, como siempre, preciosas.

    1. Así que no tenías ningún síntoma y te hiciste la prueba antes de la falta? Estabas impaciente supongo… A veces, cuesta esperar, ¿Verdad?
      Qué bonito ver el positivo y los posteriores días de felicidad absoluta!!!

      Besos

  2. Bufff… yo recuerdo el momento pipí-lavabo que decía que sí… pero no tenía ningún símptoma de nada, o sea que no tuvimos un momento tan mágico cómo el vuestro… lo que los dos recordamos ab-so-lu-ta-mente fue la tarde post ginecóloga confirmando que esperábamos mellizos. Creo que los dos estábamos temblando…

    1. Jajajjaa… No me extraña! La cara que se os debió quedar al escuchar dos corazones debió ser brutal 🙂 Hay alguien con mellizos que no hayan flipado en el momento de la noticia? 🙂

      Besos

  3. He vuelto a llorar con otro post tuyo,Miriam…cómo eres,hay q ver!!jeeje describes genial lo que tantas hemos sentido:unos días,horas,segundos únicos que cambian tu vida para siempre.Eso genera una gran complicidad con tu pareja,como bien escribes..una ocasión más para volverte a enamorar de él..gracias por recordarme esos instantes tan preciosos..

    1. A ti por leerme… Siento haberte hecho llorar… no era mi intención… aunque a veces lloro hasta yo!

      Y sí… son instantes preciosos que a menudo me gusta recordar 🙂

      Besos.

  4. Quina enveja viure això. Jo vaig estar buscant aquest moment durant anys i al final va arribar per in vitro. L’espera de la trucada del centre de reproducció per dir-te el resultat de l’anàlisi de sang no té res a veure. És un moment d’angoixa terrible, perquè si és que no és una oportunitat menys. El meu sí va arribar a l’últim intent, quan ja no me l’esperava.
    Sort. Molts cops tinc la sensació que en comptes de donar-li jo la vida, és la meva filla qui m’ha retornat la meva.
    Una abraçada

    1. Hola, Ana!
      Sens dubte, hem viscut coses molt diferents. Però que bé que finalment hagis pogut tenir el que tant desitjaves…! A vegades el camí és diferent, però en essència, l’amor, l’alegria en saber-te embarassada, etc… no ho és tant!
      Una abraçada

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