Hace unos días propuse hacernos la pregunta «¿cómo comemos?» para decidir si continuaba siendo así la manera en que queríamos comer CON nuestros hij@s. Ahora, os propongo que nos preguntemos otra cosa: si el tema de la comida nos provoca o no algún tipo de angustia. Hay gente que cuando se acerca el tiempo de iniciar la introducción de alimentos sólidos a su hij@, se empieza a angustiar. Los motivos pueden ser varios: por ejemplo, pensar que quizás bajará de peso y no comerá nada, o tener miedo de que se atragante, o que le guste mucho comer y se ponga como una bolita …
En caso de que sí, que este tema nos agobie y notemos que sufrimos más de la cuenta, propongo investigar nuestra historia. Saber, por ejemplo, si nuestros padres nos obligaban a comer. Si eran los que nos sacaban el plato de espinacas una y otra vez hasta que nos lo acabábamos, si nos ridiculizaban si comíamos poco, o si comíamos demasiado… Pensar si quizás nos comparaban con los hermanos «Tú no comes nada y en cambio, ¡mira tu hermana! Se lo acaba siempre todo, ¡no como tú!» O con otros comentarios de este tipo… Y puede que no nos acordemos, pero entonces, intentemos preguntar. Si no recordamos nada de nada, si no sabemos qué hacían nuestros padres, o quien fuera que nos cuidara, preguntémoselo. Preguntemos a nuestra madre si nosotros comíamos poco, o si nos obligaban a terminar lo que teníamos en el plato. Si hacíamos bola en la boca con lo que destestábamos, etc, vaya, si había algo relacionado con la comida que llamara la atención. Seguro que si rascamos, encontraremos.
Porque es importante que nuestra propia experiencia nos influya a la hora de empezar a dar comida sólida a nuestros hij@s. Porque no es su historia y no tiene ningún sentido propagar una manera de hacer, unos hábitos, que está claro que no funcionaron con nosotros y que nos han marcado, seguramente, de forma negativa. Liberémonos de nuestros miedos respecto la comida y entonces, con la tabla rasa de miedos y frenos que entorpecen, empecemos a disfrutar de introducir alimentación complementaria a nuestros hij@s.
La alimentación complementaria es eso, complementaria. Es lo primero que debemos saber. Complementa el pecho de la madre, la leche materna. Por tanto, puede ser que nuestro hij@ con seis meses coma una cucharada, o que no quiera probar nada hasta los 8. Hay que respetar su ritmo. Ni insistir, ni agobiar, ni culpabilizar. Y estemos al tanto de como hablamos de esta etapa a terceros mientras nuestro hij@ nos está escuchando. Seguramente no come más porque no tiene más hambre, o no tiene interés. Encontraréis más información sobre este aspecto en la web de la OMS. Es importante no empezar a introducir alimentos sólidos hasta que el bebé no haya perdido el reflejo de extrusión, hasta que se aguante sentado sin caer y hasta que muestre interés en la comida. Si no hace las tres cosas, debemos esperar. Todo llega, y esto también.
Yo soy partidaria de intentar dar la comida al bebé de manera que lo pueda coger él mismo con las manos. Que se pringue, juegue… disfrute de la comida. No es hora de enseñar modales, no sufráis, ya aprenderá a comer “bien”. Ahora dejemos que coma con los dedos y démosle también una cuchara para que pueda empezar a experimentar y si queremos, con otra, miramos a ver si quiere que se lo demos nosotros… Pero al mismo tiempo os diría: observad a vuestro hij@. Hay bebés que no quieren comer demasiado sólido… les gusta más un poco triturado. Otros que no, que lo detestan. Ser radical en este tema no sirve de nada, porque cada niño es un mundo y seguramente nadie como el padre y la madre lo conocen mejor y saben qué prefiere.
Pues eso: el inicio es momento de ir probando, ir introduciendo alimentos con los pertinentes días entre medio para separarlos y asegurarnos de que no hacen intolerancia o alergia… Son días de ir observando y experimentando. Y sobre todo, de dejarlos hacer. ¿Se ensuciará? Seguro. Pero si dejamos que lo hagan sin estarles todo el tiempo encima «vigila que te estás ensuciando! Mira cómo te has puesto!»… empezarán su relación con la comida de una manera muy divertida y entretenida. Y así, poco a poco, con paciencia y transmitiendo a nuestros hij@s que comer es un placer… cada día comerán un poquito más. Sin traumas, sin culpas, sin llantos.
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Gracias, Jèssica, por cederme esta foto tan divertida y preciosa de Bruna! 🙂
2 respuestas
Totalmente de acuerdo.Asi he hecho con mi hijo de 16 meses y aunque al ser un culo inquieto aguanta bastante poco en la mesa y enseguida se cansa,en general le encanta comer y probarlo todo,no hace ascos a nada….Desde que introducimos alimentos solidos lo he dejado ‘guarrear’ ,comer solito,experimentar….que al fin y al cabo comer es un placer que hay que ddddisfrutar,la hora de comer tiene que ser un momento placentero y divertido,y a base de ordene y reprimendas por ensuciarse
Exacto Maminueva!
Comer es un placer, o debería serlo… Y para transmitir esto a nuestros hijos tenemos que introducirles la comida al principio dejando que la descubran de la única manera que saben cuando son tan pequeños: jugando. Se lo pasan en grande si no estamos todo el rato «que si te ensucias, que si no comes nada, que si venga come….» Esto es muy cansino y además, no da resultado. O almenos, es lo que yo creo.
besos y gracias por comentar!