Hay madres y padres enfadados con su adolescente porque, inconscientemente, le reprochan no ser ya el niño/a que era y al que echan mucho de menos. Hay mucho foco en lo que hace o deja de hacer el adolescente pero poca en cómo se siente el adulto ante un tránsito para el cual muchas veces no se está preparado/a.Y muchas veces, el adulto vive un auténtico duelo. De repente, siente que no conoce al hijo/a que tiene delante y además nota cómo se distancia. Ahí aparecen pena y miedo a perderle para siempre. Reconocer, atender y validar todas estas emociones nos ayudará a llevar mejor los cambios en la adolescencia y a conectar mejor con nuestros hijos/as. En cambio, verterles toda nuestra frustración, duelo y rabia por la situación y el paso del tiempo, lo único que hará es que se distancien más de nosotros…y con razón. En cada cambio de etapa de nuestros hijos/as, vivimos una especie de duelo, muy sutil e insconsciente, que puede removernos hasta el punto de estar enfadados con ellos. Abracemos el cambio y el duelo como parte de la vida y celebremos que van desplegando sus alas para prepararse para aquello a lo que han venido: volar y vivir su propia vida.
Hay mucho enfado, que en realidad, cuando miras bien adentro, es pena y miedo y frustración y mucha, mucha añoranza. La mayoría de veces, los adolescentes hacen lo que tienen que hacer por la edad que tienen.
Es normal que se distancien. es normal que cambien, es normal que busquen los límites, es normal que les gusten otras cosas que antes no les gustaban, es normal que dejen de ser aquellos que eran cuando eran más pequeños…
Solamente cuando atendamos de verdad todo lo que eso nos hace sentir a nosotros por dentro, podremos ocupar el lugar que debemos ocupar y podremos acompañarles como ahora necesitan. Sí, de otra forma pero no lo olvidemos: siguen necesitando que estemos.
Ojalá resuene.