Madres: heroínas cotidianas
Lidia era el primer día que se quedaba sola con su hijo, un bebé de un mes. Hasta ahora, el padre había podido estar con ellos y todo había sido muy, muy fácil. Hoy, para Lidia, digamos que empezaba «la hora de la verdad» y de alguna manera, le apetecía. Quería saber si lo conseguiría, si sería capaz de estar tantas horas con su bebé sola y si le gustaría, si sería feliz. Sentía como una especie de nerviosismo. Sabía que ahora debería calcularlo todo mucho mejor porque, por ejemplo, antes de sentarse a dar el pecho a Jack, debería pensar en coger el vaso de agua porque ahora no estaba su compañero a quien pedir «¿que me traes un vaso de agua, por favor?».