Mírame a los ojos
Siempre me ha gustado que me miren a los ojos cuando me hablan y siempre me ha gustado mirarlos yo a mi interlocutor cuando le cuento algo. Pero quizás nunca hasta ahora, que tengo una niña de tres años y medio, me había dado cuenta de la importancia enorme que tiene hacerlo y hacerlo bien. A Laia la hemos mirado siempre a los ojos: recuerdo cuando nació… Los ratos en que ella tenía los ojos abiertos, la buscábamos con la mirada. Aquellas miradas profundas que nos hacíamos nos ayudaron mucho a vincularnos, a irnos encontrando en este nuevo espacio que era para nosotros el de ser madre y padre, y para ella, el de ser hija recién nacida. Nos mirábamos y parecía que nos entendíamos profundamente, que nos conocíamos de toda la vida.