Dame un masaje
Quitarte la ropa. Tumbarte boca abajo. Notar unas manos con crema o con aceite que se pasean por encima de tu espalda, presionando aquellos puntos donde hay demasiada tensión acumulada. A veces sintiendo placer, otras placer y dolor a la vez. Intentando no tensarte, respirando profundamente para soltar y hacer que, gracias al masaje, aquella espalda que lleva demasiados ratos al día una niña cargada, descanse. Se recupere. Disfrute de ser tocada, de ser liberada de tanta tensión.