Ya no hay marcha atrás
Recuerdo perfectamente una conversación por teléfono que tuve con una amiga cuando Laia hacía poco que había nacido. Quizás tenía un mes y medio, no más. Una mañana, mientras ella dormía en mis brazos, la llamé. Ella, también estaba en pleno puerperio, como yo. Hacía unos meses más que había nacido su hijo, que por cierto, también estaba durmiendo en sus brazos. El principio no le había sido fácil y recuerdo que me contó algo que les había pasado que la había hecho sufrir. Ahora no recuerdo si el niño había tenido fiebre, si había estado enfermo o qué le había pasado, pero el caso es que ella se lo había pasado muy mal.