Las noches
Hay momentos en la vida que los temas de conversación se reducen exclusivamente a un único tema. Los que no tenéis hijos ahora pensaréis que hablo de la ma(pa)ternidad. ¡Pues no! Hablo de las noches. En mi vida ha habido dos épocas en que cada día (y no lo digo como una exageración) hablaba de este único tema: primero, durante los dos años que trabajé en el turno de noche y luego, durante el primer año de vida de nuestra hija.
Lo de llegar al trabajo y lo primero que preguntas a los compañeros o te preguntan a ti es «¿qué, has podido dormir hoy?» porque los que han trabajado de noche saben que a veces no es fácil; cuesta dormir cuando casi nadie lo hace, ir al revés del mundo, con todo lo que ello conlleva. Y por supuesto, la otra época de mi vida en que las noches han ocupado gran parte de las conversaciones era cuando Laia era pequeña. Siempre he creído que no nos podemos quejar; mirado con perspectiva, creo que hemos dormido bastante bien siempre. ¿Que ha habido muchos despertares? Evidentemente. ¿Que había algún día que creía imposible que hubieran tantos? También. Pero era, simplemente, lo que «tocaba» en cada una de las etapas de su crecimiento.