La enfermedad también habla
Desde hace ya bastantes años, cuando enfermo siempre me pregunto por qué. Pero no con la mano en la frente como si estuviera en una tragedia griega, no. Sino para saber qué ha habido o que ha pasado últimamente en mi vida que me ha hecho bajar las defensas y enfermar. Normalmente siempre lo encuentro, siempre encuentro lo que no ha acabado de encajar, aquel momento en que mi cuerpo ha sucumbido ante el ataque de algún virus. Hace poco más de un año, el 11 de septiembre de 2010, de fin de semana en una casa de agroturismo con mis padres, me puse a 38,5 de fiebre. Horas antes me dolía un pecho, el izquierdo, si no recuerdo mal. Era un dolor inusual en un lugar concreto y ya me lo imaginé: obstrucción de un conducto.